Saturday, 7 March 2009

En Compañía de Lobos


Los cuentos de hadas nos enseñan a temerle al lobo feroz. Sin embargo, a mí nunca me ha parecido tan malo el lobo de Caperucita. Los malos del cuento para mí siempre han sido otros. Para empezar: ¿qué clase de madre manda a una niña sola bosque adentro, sabiendo que merodean los lobos? y, si tan preocupada está por la pobre abuela, ¿por qué no va ella a visitarla, en vez de cargarle el mochuelo a Caperucita? Y el padre, ¿dónde narices está ese padre al que ni siquiera se menciona? Ajajá, diría Bruno Bettelheim: el padre es el lobo, el lado oscuro del padre, mientras que el leñador es el lado bueno de la figura paterna. Ya se sabe, los psicoanalistas siempre a vueltas con los padres y los penes, masticándonos la vida y, de paso, estropeándonos las historias.
Es verdad que, en los cuentos tradicionales, los animales simbolizan determinados atributos característicos del ser humano. Nos sirven de espejo en el que mirarnos sin darnos demasiado miedo. Y al pobre lobo le ha tocado cargar con nuestra peor parte ya que, en estas historias, suele ser el “malo” por antonomasia: cruel, traicionero y libidinoso. Es de suponer que la demonización del lobo se debe a que éste ha sido el principal depredador de nuestro ganado. Un competidor que muchas veces nos ha vencido. Hay, en nuestra relación con el lobo, un cierto tinte bíblico. Cuando San Francisco habla del “hermano lobo”, ¿estaría pensando en Caín y Abel? Pero, ¿quién es quién? La única vez que he visto un lobo en libertad, era un ejemplar flacucho y asustadizo, que caminaba como de puntillas por los pastizales. En cambio, sus persecutores eran feroces. Recuerdo el miedo que me daban las batidas del lobo y ese hombre que iba de pueblo en pueblo con el cadáver de uno atado macabramente a la baca del coche para recibir los vítores de los vecinos. Así lo hemos llevado al borde de la extinción, aunque ahora parece que las poblaciones de lobos se están recuperando y ya se oyen otra vez los gritos furiosos y fratricidas de ganaderos y cazadores.
Pero, volviendo a las historias, parece que desde las fábulas de Esopo esa ambigüedad en nuestras relaciones con el lobo está ahí. Aunque este animal es el malo en muchas de sus fábulas, hay una que le da la vuelta a la tortilla. Se titula “El lobo y los pastores cenando” y dice así:
“Un lobo que pasaba cerca de un palenque, vio allí a unos pastores que cenaban las carnes de un cordero. Acercándose, les dijo:
-¡Qué escándalo habría ya si fuera yo quien estuviera haciendo lo que ustedes hacen!”
Alguien a quien se le daba muy bien coger una historia conocida y darle la vuelta era Angela Carter, la escritora británica más fantástica, feminista y posmoderna. En sus relatos con lobo, dentro del volumen “The Bloody Chamber”, la frontera entre hombres y lobos ha desaparecido y, en su lugar, los lobohombres son criaturas, quizás peligrosas, pero si acaso debido sólo a su poder de seducción, mientras que los hombres a secas son mezquinos, brutales y supersticiosos.

1 comment:

Anonymous said...

Christian Morgenstern
Der Werwolf.
Ein Werwolf eines Nachts entwich
von Weib und Kind, und sich begab
an eines Dorfschullehrers Grab
und bat ihn: Bitte, beuge mich!

Der Dorfschulmeister stieg hinauf
auf seines Blechschilds Messingknauf
und sprach zum Wolf, der seine Pfoten
geduldig kreuzte vor dem Toten:

"Der Werwolf", - sprach der gute Mann,
"des Weswolfs"- Genitiv sodann,
"dem Wemwolf" - Dativ, wie man's nennt,
"den Wenwolf" - damit hat's ein End.'

Dem Werwolf schmeichelten die Fälle,
er rollte seine Augenbälle.
Indessen, bat er, füge doch
zur Einzahl auch die Mehrzahl noch!

Der Dorfschulmeister aber mußte
gestehn, daß er von ihr nichts wußte.
Zwar Wölfe gäb's in großer Schar,
doch "Wer" gäb's nur im Singular.

Der Wolf erhob sich tränenblind -
er hatte ja doch Weib und Kind!!
Doch da er kein Gelehrter eben,
so schied er dankend und ergeben.

La traducción es casi imposible porque mucho tiene doble sentido, bueno, más o menos así:

Escapóse una noche el hombre-lobo (también significa Quién-lobo)
del hijo y la mujer, y se acercó
a la tumba de un maestro de pueblo
al que pidió: ¡Declíname, por favor!

El maestro de escuela se subió
hasta el pomo de latón sobre su estela
y hablóle al lobo, que sus patas cruzó
ante el cadáver con gesto de paciencia.

"El Quién-lobo", aquel anciano dijo,
"De-quién-lobo" va de genitivo,
"Para-quién-lobo", eso es dativo,
y "A-quién-lobo" – así termina lo que digo."

Al hombre lobo los casos le encantaron,
y vueltas dio a sus ojos poniéndolos en blanco.
"Por cierto", pidió entonces, "¡dime más,
"añádele el plural al singular!"

Pero el maestro de escuela confesar tuvo
que de ese plural nada sabía.
Lobos en manadas sí que había,
mas sólo en singular el "Quien".

Alzóse el lobo en llanto anegado
¡un hijo y la mujer tenía esperando!
Pero como no era para nada sabio,
afectado dio las gracias y se marchó.

Yo soy lobo, me encantan los lobos y nadie nunca los entendió de todo... y así se quedarán sólos y perseguidos hasta el final de sus días.