Sunday 6 December 2009

El corazón de la Antártida


Estos días se exponen en la Queen´s Gallery de Edimburgo las fotografías de las expediciones a la Antártida, a principios del siglo pasado, de Scott y Shackleton. Una de las principales razones por las que ambos llevaron fotógrafos profesionales en sus viajes era la necesidad de cautivar a posibles financiadores (sus expediciones no eran solo peligrosas sino también condenadamente caras) y para ello no había mejor publicidad que las fotografías de esos paisajes helados, blancos como un sepulcro y de una belleza desolada. Aunque sea imposible negar que el motor de sus aventuras fuera una cierta ambición testosterónica y que se hicieran al amparo de la siniestra sombra del colonialismo, uno no puede dejar de mirar estas imágenes sin sentir una punzada de nostalgia o un amago de envidia hacia esos hombres que arriesgaron sus vidas (y algunos las perdieron) con el único fin de poner los pies en el epicentro de lo desconocido. Tanto la pequeñez como la grandeza del ser humano se reflejan en estas fotografías. Sus autores pronto aprendieron que sin la presencia de una figura humana, las imágenes que tomaban carecían de perspectiva. Es solo cuando vemos una oscura y diminuta silueta humana que percibimos la enormidad de las montañas y los icebergs o el terrible silencio de un desierto de hielo. La Antártida es el continente más hostil al ser humano. Su altitud y las temperaturas de hasta 70 grados bajo cero, hacen imposible la supervivencia. Y, sin embargo, con ese empeño en no aceptar las reglas de la naturaleza, típica de nuestra especie, estos hombres realizaron un viaje inimaginable hacia su corazón y lo conquistaron. El poder de semejantes hazañas sobre nuestra imaginación es más que nada metafórico. La mayoría de nosotros preferimos ver las fotos y leer los diarios de Scott y Shackleton en el calor de nuestros salones. Pero encontramos consuelo en su resistencia y su heroísmo, porque todos llevamos dentro una Antártida temida y nunca sabemos cuando la vida nos arrojará a un viaje a su corazón de cristal.

Las misiones de Scott y Shackleton fueron también expediciones científicas. Muchas de las investigaciones que se realizan ahora en la Antártida, y que tan importantes son para el estudio del cambio climático, utilizan datos recogidos por ellos. El Tratado Antártico de 1957, solo permite las actividades científicas y con fines pacíficos, aunque varios estados tengan intenciones dudosas. Los exploradores de principios del siglo pasado ignoraban que este continente hecho con el 90 por ciento del hielo de la superficie de la Tierra, y que contiene el 70 por ciento del agua dulce del planeta, fuese tan frágil como sus propias naturalezas. Hoy, sus hielos se resienten de la avaricia y la falta de sentido común con el que el ser humano ha explotado la Tierra. Las hazañas de los héroes de entonces se empequeñecen ante los desafíos a los que ahora nos enfrentamos ¿Seremos capaces de usar la ciencia y la conciencia, el compromiso y la voluntad, para salvar este planeta que también somos todos nosotros?

1 comment:

javik said...

Te echábamos en falta.

Y cuando tenemos la oportunidad de volverte a encontrar por aquí, es fácil comprender por qué.